La reacción de estrés sería como una especie de activación del estado de alarma del organismo frente a las circunstancias a las que debe hacer frente para mantener su buen funcionamiento. Los estresores pueden ser de diferentes tipos y varian para cada persona: incertidumbre económica, inseguridad, dolencias físicas, sobrecarga de trabajo o tensiones y conflictos interpersonales y familiares.
Cuando una persona percibe estas adversidades y acontecimientos vitales como amenazas se desencadenan un conjunto de reacciones con efectos fisiológicos, conductuales, emocionales y cognitivos inmediatos, lo que se ha denominado reacción de ‘lucha o huida’ y que no siempre son las más adecuadas.
Los efectos a corto plazo del estrés son de diferentes tipos:
-somáticos, tales como mayor tensión muscular, aumento de la presión sanguínea, aumento ritmo cardiaco, molestias gástricas, dolores de cabeza, nauseas , suspiros, descoordinación motora.
–conductuales, tales como atracones de comida, abuso del alcohol, cafeina, aumento consumo tabaco, problemas para dormir, reducción de aficiones y atención a las relaciones interpersonales y afectivas
–emocionales, tales como el aumento de la ansiedad, tristeza, depresión, ira, sentimiento de indefensión, estado de agitación, cansancio, irritabilidad, o aumento de problemas de personalidad e interpersonales
–cognitivos, tales como el aumento de la tendencia a la distracción, menor concentración, deterioro de la memoria, preocupación o rumiación
Un afrontamiento correcto de las situaciones estresantes nos permite prevenir que se cronifiquen y empeoren los efectos negativos del estrés y superar esas adversidades potenciando un reequilibrio de nuestro estado psicológico y la adopción de planes de acción viables y que superen la sensación de desbordamiento.